26 de diciembre de 2007

Mundologías del ángel de las alas rotas

No son sus habitantes ni las calles hechas pasajes los motivos por los cuales es conocido Villa Maipú. No se ganó el conocimiento popular por el cielo celeste y su constante polvareda, sino por una disputa que viene desde los anales del barrio.
La trifulca entre los fundamentalistas, que tienen la ridiculez y la costumbre de sólo creer en aquello que pueden probar y probar únicamente aquello que creen, y los pasionarios, supersticiosos y surrealistas por naturaleza es, finalmente, la razón por la cual este barrio es conocido.
Hay quienes dicen que no hay habitante en el lugar que desconozca la existencia de ambos grupos, puesto que todas las personas que allí viven han tenido oportunidad de identificarse y optar por alguno. De todos modos, los pasionarios se encargaron de ignorar y despreciar las estadísticas que los fundamentalistas arrojan. En principio, por ser clásicos rivales. En segunda instancia, porque éstos últimos se mostraban radiantes por una rotunda superioridad.
Lo cierto es que todas las cosas que suceden en Villa Maipú tienen dos versiones, que parten de lo mismo para luego bifurcarse. Una de las primeras disputas, se creó por la niebla. Los pasionarios manifestaban que la misma era la encargada de cubrir el recuerdo y demorar el porvenir, así como también impedía crecer y desarrollarse, puesto que evitaba ver el futuro. Los fundamentalistas, en cambio, mantenían que no podían adjudicarles a algo sin vida poderes o actitudes, puesto que era sumamente irracional. Además, les agradaba la existencia de ésta, puesto que querían hacer de Maipú la segunda Londres.
No sólo existía una división ideológica, sino también geográfica. Desde la esquina General Savio y Av. De los Constituyentes hasta Saavedra y Estrada, dominaban los pasionarios. En este perímetro, se creía que la sal era la ceniza de la lluvia. Desde Saavedra y Estrada hasta casi Av. De Mayo, la sal era, nada más y nada menos, cloruro de sodio.
Pero estas peleas eran sólo el prólogo de lo que verdaderamente fue, para los fundamentalistas y pasionarios, la mayor pelea y el mayor suceso que se vivió. Una mañana de Diciembre, Franco, adepto al primer grupo, comprobó que en el Gasómetro de General Paz había una enorme inscripción, que decía “Rojo, paisaje del infierno, Verde sendero del alba”. Ese enorme letrero, entonces, parecía referirse a los dos grupos que existían en el lugar. Rápidamente, los verdes, es decir los pasionarios, le atribuyeron este hecho al Ángel de las alas rotas, cuya presencia jamás fue confirmada por los fundamentalistas, de modo que éstos últimos abolieron esta teoría. Éstos últimos le adjudicaron la pintada a los pintores que estaban, con color azul, tapando el rabioso óxido del gasómetro. Al enterarse de la gresca que existía entre los grupos, no tuvieron mejor idea que divertirse agregando un motivo para la discusión.
La disputa sobre el origen del letrero se disipó hasta conocer casi el olvido, aunque no de ambas partes. Una navidad, en la que los acordes de una murga parecían llevarse el pasado del presente, se decidió hacer una gran fiesta, con graciosos y estridentes disfraces. Para sorpresa de algunos, un grupo de más de cien personas estaban vestidas de ángeles con las alas rotas. Uno de ellos, decían los pasionarios, era el verdadero ángel. Cuando el tamboril comenzó a invitar a la gente al baile, comenzó la disimulada e imperceptible búsqueda del mencionado.
Al otro día, cuando sólo quedaba en la calle resabios de aquel festejo popular, los fundamentalistas comprobaron, que Juan Ferreira no concurrió a la celebración. Quizá sí, interrumpió uno por allí, pero puede que no haya vuelto de ella. En ese mismo momento, comenzaron los comentarios sobre el paradero de Juan. Algunos aseguran haberlo visto en Roma y Obligado, besándose ardorosamente con un ángel. Otros, aseguran que lo vieron con un ángel en las cercanías del gasómetro, pero en distinta situación. Esta vez estaban discutiendo, con un ángel que probablemente sea el mismo con el cual se estaban besando.
Lo cierto es que pasaron los días y, efectivamente, Juan no aparecía y la teoría de su desaparición (los fundamentalistas no se aventuraron a mencionar la muerte, puesto que nunca pudieron comprobar su desaparición e, hilando fino, alguno comentó que jamás se comprobará si existe algo parecido a la muerte) resonaba con más fuerza.
Algunos aseveran que el ángel mató a Juan Ferreira. Otros dicen que se trató de una ex novia que quiso desterrarlo de su vida. Quizás, como comentaron los más fervientes pasionarios, sea todo obra del ángel de las alas rotas que vive en el gasómetro, y que en las navidades, cuando empieza a sonar la murga, sale a realizar sus tareas.
Sea lo que fuese, esta leyenda perdura en el tiempo. Aunque hayan clausurado la entrada al gasómetro, que permanece cerrado hace ya cuarenta años, para esas fechas alguien desaparece y, llamativamente, los fundamentalistas que todo lo saben, jamás han podido comprobar la existencia del ser y el paradero de sus víctimas.
Al respecto de esta historia, se han realizado diferentes informes. Daré cuenta de alguno de ellos.

INFORME UNO: LA PARTIDA DEL ÁNGEL: Ya que todas las navidades había un fundamentalista que desaparecía, y que efectivamente algo o alguien los hacía desaparecer, no tuvieron más remedio en pensar que el ángel existía. Por supuesto que los pasionarios jamás dudaron de su existencia, pero los opositores sí, hasta que el periodista Julio Matos, director de la revista “Boulevard Buenos Aires”, o la BBA como se decía en el barrio, expresó contundentemente que le temía a la ira del ángel, como todos los de su grupo.Desde ese momento, los pasionarios comenzaron a idolatrar al ángel con las alas rotas. Pero un veintiuno de Noviembre, en el mismo gasómetro donde comenzó, un día de diciembre la pesadilla fundamentalista, había un enorme letrero que decía “Partida inminente. Vuelvo en Navidad”.Mientras los pasionarios sufrían la ida del ángel, los fundamentalistas comprobaron que tenían largos meses sin sentirse vigilados.

INFORME DOS: EL ÁNGEL EN VILLA CRESPO: No hacía mucho que conocieron a la muerte vestida de Lucía, que los villacrespenses notaron con mucha sorpresa, que en la noche y sobre los materiales destinados a la reconstrucción del estadio de Atlanta, había un ser con aura blanca, que luego de escribir una serie de cosas en la pared de la cancha, sobre Humboldt, se marchó súbitamente, desvaneciéndose en la noche.
A la mañana siguiente, en la puerta de ingreso a la platea, apareció una pintada que decía “Llegué para asustarlos”, firmado: el Ángel de las alas rotas.
Desde esa inscripción, en el barrio suceden cosas tan raras como inexplicables. De todos modos, las teorías que se mencionan están lejos de ser las mismas que las que arrojaban los pasionarios y fundamentalistas, en Villa Maipú. En este caso, algunos dicen que se trata de Lucía, con otro vestido. Esta vez no es una mujer hermosa, sino un ángel. Otros afirman que se trata de un fanático de Chacarita, que quiere hundir al Club Atlético Atlanta.
Aún, nada se sabe a ciencia cierta. Mientras tanto, asoma la navidad...

3 comentarios:

Anónimo dijo...

aaaiii gas ! amo tus cuentosss, aunqe este transcurra en la villa, si, ahi donde vivis vos (basura inmundaa) .. aaaja, pero al final le cavenaghi a los fundamentalistas por no creer en historias de fantasiaa
ajajaa,
t qieroo mucho gas ,

Anónimo dijo...

Aplausos mi estimado, otra bonita historia, feliz año para vos.

El pirata está sin blog, cambia de nombre hasta que se arregle

Marga dijo...

Me encantan tus istorias Gastón, un abrazo y feliz 2008