4 de enero de 2008

¿Queda lejos París?

Estefanía despertó con un sueño que esperaba se hiciera realidad. Miró por la ventana y divisó, como todos los días, el Río de la Plata. El cielo estaba gris, y devoraba a los barcos que partían hacia el Uruguay.
En el sueño estaba ella en París, frente a la torre Eiffel, caminando de la mano con alguien que veía no muy claramente. Parecían enamorados, o por lo menos se manejaban como si lo estuvieran. El sueño transmitía todo lo que París significaba para ella. Era sensible y fantástica, casi ficticia e irreal. Parecía que una música sonaba de fondo, tenue.
Una vez despierta, olvidó parte de lo que había soñado. Sólo recordó lo que ya se comentó. Volvió a mirar por la ventana e imaginó al Río de la Plata como un enorme puente que la dejaría en Francia.
Los sueños están y existen para hacerse realidad, pensó. Si no, serían solo imágenes sin sentido. Pero esta la tenía. Estaba en la ciudad que tanto quería y que imaginaba, con alguien al que parecía querer. París no es una ciudad para solteros.
Pero está lejos de mí, pensó mirando al río. Tendré que averiguarlo, concluyó.
Echó la vista atrás y vio el reloj. Eran las siete de la mañana, temprano para comenzar lo que algunos llaman vida. De modo que no tuvo otra opción que volver a dormirse, o en principio, volver a apoyar la cabeza en la almohada.
Al principio, sólo contemplaba el cielo raso. Luego, comenzó a retomar el viaje a Europa, París, más precisamente. Ahora había una serie de cosas, las cuales contribuían a hacer el sueño más real y, por ende, más alcanzable. Ahora estaba en una habitación de hotel, soñándose a ella durmiendo en su habitación de Buenos Aires. Luego despertaba, contemplaba el río, pensaba en París, miraba la hora y volvía a dormir. Parecía que había una música de fondo, la cual ella conocía, y decía algo como “Ella tiene quince primaveras, pocas mentiras que contar…”. Recordó a su hermana, la cual también hubiera reconocido ese tema.
De repente el titilar de un despertador cumplió su función. Se levantó y miró por la ventana. Como todos los días, allí estaba la torre Eiffel, el bar donde desayunaba todas las mañanas y el puesto de diarios donde compraba el periódico Le Monde diplomatique.
Los sueños están hechos para cumplirse, pensó. Y como aún no cuesta nada, volví a apoyar la cabeza en la almohada con intensiones de dormir. Al final, su sueño lo había cumplido. Su utopía era París, y allí llegó. Cuando ya estaba por conciliar el sueño, dijo “Al final, no queda lejos París…”.

6 comentarios:

Dante Bertini dijo...

bien gastón, todavía nos queda parís...

Dante Bertini dijo...

no sueltes el hilo
y feliz año

Anónimo dijo...

Como ya te dije escribis muy bien, segui con esto porque sos muy bueno.

malditas musas dijo...

Gastón, tu escritura es muy madura. Me gusta la idea del cuento.
Una sugerencia, si me la aceptás: la primera línea dice "con un sueño que esperaba se hiciera realidad" Me parece que sin esta frase el cuento funciona más misterioso; sorprendenos: que no sepamos que se cumplirá de algún modo. Esto sirve para sostener la tensión y creo que puede ser útil.
Me gusta tu manejo del lenguaje poético. Mucho.

Un gusto tenerte de visitante en las musas, sos bienvenido.

un beso
Musa Rella

Marinero en Marte dijo...

dice Eduardo Galeano que lo bonito de las utopias no es llegar al final (a Itaca) sino seguir caminando

vladimir maiakovski dijo...

espero que parís no quede lejos. para mí es algo así como el paraíso perdido (que paradójicamente sólo tuve en mi mente, pero bueno ...)