19 de enero de 2008

Jazmines del 900

A unos kilómetros de Arroyo viejo, y camuflado por la neblina y las piedras del barranco, permanece inhóspito el pueblo Monte rojo. Allí está el río Sirena, cuya historia ha pasado de mano en mano, aunque sin importar que sea de este modo cuando las cosas tienden a la modificación.Cuando el ancla se hundió en la arena, y el navío encalló en la costa de Monte, el capitán del barco (del cual jamás se conoció el nombre) exhausto después de varios meses de brava travesía, decidió bajar apresuradamente y lavarse la cara con el agua cristalina del río. Es en ese momento cuando divisó a una sirena, preciosa por cierto, la cual lo enamoró hasta comprender que la única opción que tenía el capitán era ir hacia ella. Cumplió entonces, internándose en el agua. De allí jamás salió, y es por eso que el río se llama de ese modo, y que nadie quiso comprobar la existencia de sirenas.
De los tripulantes del barco poco se conoce, aunque nadie tuvo el interés necesario para conocer su historia. Lo único que si se sabe es que era un barco ruso, y que tenía tres velas intensamente rojas. Algunos aseguran que este barco fundó el pueblo, literalmente. En principio, fue el responsable de ponerle nombre. Pero no nos detendremos en conocer los albores de Monte rojo, porque lo que en realidad perdura es el presente. Lo que fue, sólo es el hogar donde jamás se volverá a vivir, de modo que casi no tiene importancia. En la calle central, si podemos llamar calle, hay dos edificaciones presentes en cualquier pueblo. Una es la iglesia, la otra es la escuela. Es en este último lugar donde Alejandro conoció a Camila, su primer y único amor, y no porque jamás volvió a estar enamorado, sino porque con Camila fue verdadero. Cuando pensaba en ella recordaba el piso con baldosas negras y blancas del patio del colegio, donde un recreo, al fin, ella decidió entrar para siempre en su vida. Pero aquel quinto grado quedó lejos. Ahora el estaba en el pueblo de enfrente, sentado sobre la costa del río Sirena, recordando aquellas baldosas. De repente, sintió que una mano se posaba en su espalda.
- Así que recordando algo, dijo la voz.
- Eso parece, respondió Alejandro. Discúlpeme, quién es usted, preguntó casi malhumorado.
- Tiene poca memoria, Alejandro.
Conoce mi nombre, pensó rápidamente. Ahora se volvió un ser temeroso. Comenzaron a conversar y descubrió que aquella mano que lo tocó, aquel hombre que lo saludó y que conocía su nombre no era otro que el hijo de Adela, aquella señora dueña de un puesto de flores. Era allí donde Alejandro, en los años de esplendor, le compraba jazmines a Camila. Ese paraje, estaba en la calle 900, entre 40 y 74. Cuando había algo que declarar, algún momento que recordar, o buscar algo que represente su amor, no se dudaba. Jazmines del 900 te traje Camila, decía Alejandro.Prosiguió la conversación entre ambos. En un momento, Alejandro preguntó:
- Ha visto por casualidad a Camila, en este tiempo que no he estado en Monte rojo.
- Todos los días. Ella lo espera, lo recuerda siempre.
- Yo también, dijo Alejandro emocionado.
- Pero dudo que la recuerde todos los días en la orilla del río, respondió con tono sarcástico.
- Dígale que, aunque no del mismo modo, yo también la recuerdo y la espero. Dígaselo, por favor.
- Para que voy a hacerlo yo, si puede decírselo usted. Por la tarde sale el barco que lo dejará en el puerto de Monte rojo. Si se anima, tómelo. Pregunte por Aníbal, es amigo mío. Podrá viajar sin pagar nada.
Ya en la tarde, se dirigió hacia el puerto para tomar el barco que lo llevara a Monte. Mencionó a Aníbal y entró como si fuera miembro de la realeza. No llevaba equipaje, sólo iba con lo puesto. No era un largo trayecto, porque como se sabe, ambos pueblos estaban separados por un río.
Llegó a Monte rojo. Todo estaba como antes, el colegio seguía al lado de la iglesia, su antigua casa estaba en perfecto estado, como cuando estaba habitada. No parecía que haya habido pasado en ese pueblo, todo era presente.Le habían contado que Camila estaba cerca de la florería, donde Alejandro le compraba jazmines. Se dirigió hacia allí, con pasos tan salvajes como las ganas de verla. Vio el puesto a lo lejos, aunque parecía que no estaba Adela. Una vez allí, dijo con tono de sorpresa, propio de los viajeros que regresan:
- Disculpe, la señora Adela.- Señor, murió hace cinco años, le contestó una voz.- Perdone usted, dijo avergonzado. No quise ofenderlo con la pregunta, no sabía de su muerte.
- Qué va a llevar.
- Jazmines, si es que los tiene, claro.
- Por supuesto.
- Déme, entonces, lo que equivalga a una moneda de oro.
Obtuvo, entonces, un gran ramo de jazmines. Ahora sólo faltaba lo más importante, encontrar a Camila. Hacia allí fue, y afortunadamente, la encontró. Estaba en la orilla del río Sirena, con los pies en el agua y un vestido blanco. Le tocó suavemente la espalda y le dijo:
- Camila, ¿sos vos?
- Soy lo que queda de ella, respondió. Quién es usted, preguntó.
- Alejandro soy. No me reconoces. Soy tu primer amor.
El rostro de la mujer se iluminó. Rió y acarició la cara del hombre.-
Alejandro, dijo feliz. Alejandrito, dónde estuviste.
- Eso no importa ahora, vine a buscarte. Luego le tocó, con la mano que tenía descubierta, el rostro. La otra estaba teniendo los jazmines, que se ocultaban detrás de la espalda.
- Te esperé mucho tiempo, dijo Camila. Pero veo que no ha sido en vano ¿Qué ocultas detrás de la espalda?
Sacó suavemente el ramo. Los ojos de Camila se llenaron de lágrimas.
- Jazmines del 900, para que todo vuelva a ser como antes.

6 comentarios:

vladimir maiakovski dijo...

ya nada será igual.

Anónimo dijo...

gastee. es hermoso !
me encantoo
siemnpre t lo dije, i te lo seguire diciendo.. sos un gran escritor !
segui asi nene ♥
hermoso el cuento.. sobre todo el nombre de la chica :P jaja

ojala pasara en la vida real.

te amo infinidades =)


besO

CaMiLiTa ,♥

Anónimo dijo...

después dicen que la literatura ha muerto.
conque haya alguien como vos -joven, entusiasta, creativo- en cada ciudad del mundo, tendremos literatura para rato.
un abrazo
nunca había pensado que sirena suena a sena...¡vaya trabalenguas!

Marga dijo...

Los quehaceres de mi nuevo empleo no me habían dado tiempo de leer tu nuevo cuento, precioso como siempre,
un abrazo

Anónimo dijo...

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Pirata Cojo dijo...

Me alegraste el día manín, las historias de amor deben tener finales felices, es lo mínimo que podemos pedir...